Experiencia como piloto de avión
Viajes

¡Piloto de avión a mis 59 años!

Una de mis tantas aficiones son los aviones. Desde que iba al cine,  hace muchos años, allá por 1964, cuando se proyectaban dos películas por sesión y el tema de estas, por lo general, era la guerra, a mi me encantaba ver el papel que desarrollaban los pilotos en los aviones.

Se me hacía tan heroico que en esos pequeños avioncitos se lograran grandes hazañas cuando se les terminaba el combustible o perdían el motor, y esto les obligaba a hacer maniobras aéreas y aterrizajes forzosos.

A los 13 años me subí por primera vez al avión del tío de una amiga, que le regaló por su cumpleaños un vuelo sobre la ciudad de San Luis Potosí. ¡Ella me invitó, yo lo disfruté!

Con el paso de los años, el incremento de vuelos comerciales, los viajes turísticos, se pierde un poco ese romanticismo que causa ver volar un avión antiguo, de los primeros en la historia de la aeronáutica.

Museos de aviones

En 1996 cuando estuvimos una larga temporada en Estados Unidos, visité por primera vez varios museos de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, los cuales son muy interesantes, porque se puede ver desde el modelo más antiguo, hasta el último avión con la más alta tecnología, como igual se puede probar algún simulador de vuelos, además de disfrutar las exhibiciones aéreas.

The National Museum of the US Air Force, en Dayton, Ohio, guarda muchas reliquias que forman parte de la historia de la humanidad, como el Apolo 11, que es la nave espacial que viajó a la luna, o el avión que transportó la bomba de Hiroshima.

El día que visitamos este museo, se encontraba firmando libros y dando autógrafos, el astronauta Michael Collins, conocido como “el hombre más solo del mundo”, dado que él se quedó orbitando solo en el modulo lunar, mientras Buzz Aldrin y Neil Alden Armstrong, comandante de la misión, caminaban por la luna por primera vez en la historia de la humanidad.

Al recordar este viaje me arrepiento de no haber tomado una fotografía con este astronauta. Esto me hace pensar que a veces no estamos preparados para apreciar grandes momentos que, sin previo aviso, llegan a nuestras vidas.

‘Piloto’ de la Fuerza Área Canadiense

Certificado de vueloPor esta razón en 2014, cuando por trabajo de mi esposo vivimos en la ciudad de Hamilton, Ontario (Canadá), encontramos un museo de la Fuerza Aérea Canadiense, nos fuimos a visitarlo esperando encontrar algo parecido a los museos de Estados Unidos.

El Canadian Warplane Heritage Museum es atendido y mantenido por todos los jubilados de la Fuerza Aérea Canadiense y para lograr fondos hacen paseos en los aviones que tienen en exhibición, además de dar clases de vuelo a quienes lo soliciten.

Para acceder a todas estas ventajas se tiene que inscribir uno como socio y pagar una cuota, la cual permite disfrutar de todos los programas que tiene el museo, además de que envían una revista en la que se publican las últimas novedades y algunos datos históricos acerca de la Fuerza Aérea Canadiense.

Yo me hice socia y volé en uno de esos avioncitos que me hacían soñar cundo era niña. Fue en nuestra segunda visita cuando me inscribí como socia y elegí un avioncito para mi vuelo (estos paseos tienen un coste adicional a la cuota de socio y el precio depende del modelo de avión que se elija).

Avioncitos

Les causó cierta extrañeza que era yo, y no mi esposo, quien quisiera volar. A él yo creo que le dio un poco de desconfianza eso de que puro viejito jubilado daba mantenimiento y pilotaban los aviones. No era muy seguro para él, pero… ¡yo no iba a dejar pasar la oportunidad!

Cuando me dieron a elegir el avión escogí el mas viejito, un biplano de dos plazas. Me despedí de mi esposo y saludé al piloto como una aviadora. Me sentía muy emocionada. El avión tenía su historia y había participado en algunas batallas o salvamentos (esto no lo recuerdo bien).

Para subir al avión te ponen un banquito para acceder a una de las alas y de ahí para adentro, eso fue lo más difícil, ya que el interior es profundo y mis piernas son cortas, y como les he platicado en otras ocasiones, mis rodillas no funcionan bien.

Logré entrar al avión con la ayuda del piloto. El asiento quedaba casi al ras del suelo del avión, solo me salía la cabeza. En medio de mis piernas quedaba una palanca grande que era el timón. Me pusieron mi casco y audífonos para estar en contacto con el piloto que ocupaba el asiento de la parte delantera del avión.

El piloto me preguntó ya usando los audífonos, que si prefería ir sobre el lago Ontario o sobre los paisajes verdes, yo respondí que sobre los paisajes, pues el lago lo veía todos los días.

El auxiliar en tierra giró la hélice para arrancar el motor y el piloto, sonriendo, me dijo: “si hay algún problema no se preocupe, yo sabré resolverlo”. ¡Con esta frase me puse nerviosa!

Nos dirigimos a la pista, que era muy irregular y con baches; esto hacia que el avión brincara mucho. Al avioncito le sonaba todo y al estar a nivel se ve cómo vibran las alas, el timón, los controles y es imposible no sentirte dentro de una lata de sardinas despegando por los aires. ¡Qué sensación más bonita!

Me imagino que el piloto estaba en comunicación con la torre de control, pues escuchaba voces por los audífonos. Alguna vez pensé que me hablaba y yo solo le decía: «What?», a lo que él respondía con la mano dándome a entender que no era conmigo.

Al estar en el aire, viendo los paisajes y sintiendo algunas corrientes de aire que te hacen subir y bajar, me dice el piloto: “Take the control”, y yo respondía; «No, thank you». Y él insistía: «It’s easy!”. Al final de cuentas acepte, cogí el timón y con el cuerpo tembloroso, veía cómo las agujas de los controles bailaban para arriba y para abajo. El piloto levantaba el dedo pulgar dándome ánimos. ¡Fueron dos largos minutos!

Seguimos el vuelo disfrutando de los paisajes y el piloto hizo una que otra pirueta, supongo que esto está dentro del programa. Una de esas piruetas, que es poner el avión de lado, en donde la línea del horizonte se pone vertical desde tu perspectiva y el sol queda hacia abajo, fue otra de las sensaciones que me dejaron honda huella.

A pesar de las fuertes emociones y algo de temor a lo desconocido, no quería que terminara este paseo, pero este llegó a su fin.

Aterrizamos. Al llegar me sentí otra persona, con una nueva experiencia en mi vida. Una increíble vivencia el haber volado en el Havilland 82C Tiger Moth, que nunca me imaginé lo haría a mis 59 años.

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3 Comentarios

  1. Guadalupe Delgado dice:

    Me encantó leer tu experiencia!!! Yo también viví en Hamilton y me hiciste recordar esa época de mi vida tan enriquecedora. Gracias por compartir.

    1. Así es Lupitina, Hamilton es una pequeña pero muy agradable ciudad. Al parecer, todos los que hemos tenido la oportunidad de vivir ahí una temporada, tenemos buenos recuerdos. Te mando un fuerte abrazo querida amiga.

  2. Martha Espinosa dice:

    No cabe duda, eres y vas a seguir siendo mi ídola, a mi leyendote se me sumió el estómago, sería incapaz de hacer lo que tú hiciste, pero lo disfruté mucho por medio de tu relato. Se lo voy a enseñar a Alonso, le va a encantar, y repito, eres mi ídola, te quiero y te admiro mucho tía!!!

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